En estas fiestas, señor,
si usted ama a Dios, no beba;
¿no ve que el mugre licor,
moja el alma y lo subleva?.
Se alborotan los sentidos;
el buen criterio ya no es;
usted, como está curtido,
ya no ve que va al revés.
Piénselo, pues su señora,
lo quiere todo de usted:
su presencia aquí y ahora,
su respeto…yo qué sé.
Sus hijos quieren contar
con alguien cercano y próximo,
a quien le puedan plantear
lo que no pueden al prójimo.
Cuando una persona ingiere
esos venenos alcohólicos,
nadie, en su juicio, le cree
tenga principios católicos.
Cualquiera que sea la fuente
que la provea de Dios,
vaya presto, reverente,
por su bendición en pos.
Y no se mienta a usted mismo
ni se ahogue en lo más ralo,
porque nadar en cinismo
es ser malo; muy, muy malo.
Piense bien en que ese cuerpo
es suyo, su propiedad;
no hay otra razón de cierto
para entrar en sobriedad.
En fin, no beba, mi amigo;
la fiesta se pasa chida
sin la bendita bebida;
yo sé bien lo que le digo.
¡Salud, por lo que ya dije!;
¡siga rodando la bola!.
Ya que casi lo maldije,
¿lo toma solo o con cola?.
Alberto Javier Aguilar Navarro.