MONS/ FELIPE ARIZMENDI ESQUIVEL/ OBISPO DE SAN CRISTOBAL.
Estuve esta semana en la parroquia de José y María, que comprende los municipios de Marqués de Comillas y Benemérito de las Américas. El párroco y algunos de los fieles me plantearon la situación que están viviendo a raíz de la intensiva plantación de palma africana y, sobre todo, de la extracción de su aceite, por parte de dos empresas asentadas en ese territorio, una de capital nacional y otra extranjera.
Hace años, esas tierras eran selváticas. Los que hacia allá migraron desde varios Estados del país, talaron hectáreas de árboles sin misericordia, con la intención de sembrar maíz y frijol, y poder sobrevivir. Con el tiempo, cayeron en la cuenta de que esas tierras no son buenas para maíz y frijol, pues son semipantanosas y arenosas. Entonces, decidieron tener ganado, y hay bastante en la actualidad, pero son pocos los que se dedican a ello. Por esto, muchas tierras quedaron abandonadas. Fue entonces que les llegó el programa de plantar palma africana, con la promesa de que obtendrían más ganancias que si sembraran maíz. Se ha sembrado en forma extensiva y ya están produciendo sus frutos. Los campesinos, que antes nada recibían por sus tierras improductivas, ahora están recibiendo alguna ganancia. Hasta aquí, pareciera que todo era bueno y provechoso.
Sin embargo, ahora advierten que dicha palma daña mucho la tierra; sobre todo, han comprobado que las dos fábricas extractoras del aceite de dicha palma están contaminando las tierras y las aguas. Me dicen que el olor de los residuos es insoportable; que se producen muchas moscas, que están dañando a las personas y al ganado; con el bagazo o desperdicio de las pencas del fruto de la palma, están contaminando los ríos o arroyos que pasan por ahí, matando peces y otras especies. Temen que, como ha pasado en Sayaxchén, una comunidad del Petén, Guatemala, pronto aparezcan tumores y ronchas en la piel de las personas, sobre todo de los niños, y que luego vengan los casos de cáncer. Me dicen que en dicha comunidad guatemalteca se ha contaminado el río La Pasión, matando 20 especies de peces y dañando todo el ecosistema.
Exhortamos a las comunidades a estar atentas y evitar estos riesgos de contaminación; en particular, les sugerimos no vender sus tierras, porque se pueden quedar sin nada. Pedimos a las empresas extractoras hacer todo lo necesario para no dañar el medio ambiente. Y que nuestras autoridades hagan un estudio responsable, para exigir a esas fábricas que cumplan sus deberes de respetar el ecosistema. Que no haya corrupción de los inspectores del impacto ambiental, para que no se dejen comprar y califiquen de positivo lo que es dañino para las comunidades. No podemos quedarnos indiferentes ante los daños que se puedan producir para las personas y contra la madre tierra.
Hay que luchar, siempre en forma pacífica, por defender la madre tierra, la vida y la salud. Esto no es meterse en políticas ajenas a nuestro ministerio pastoral, sino que es ser responsables de la vida digna de nuestros pueblos y del cuidado de la tierra que Dios nos dio, no para destruirla, sino para conservarla y para que sea fuente de vida para todos. Cuidar la salud y la vida es una responsabilidad de todos, también de la Iglesia.