Nueva Venecia (Colombia), 25 oct (EFE).- Nueva Venecia, una ciénaga del Caribe colombiano, ha aprovechado su natural aislamiento y desplegado, en menos de 600 casas sobre palafitos, pequeños supermercados, iglesia, escuela, centro de fotocopias, de recreación y hasta una peluquería para ir lo menos posible a tierra firme.
Para llegar a este lugar, que administrativamente pertenece al departamento de Magdalena, en el norte de Colombia, son necesarias casi dos horas de viaje en lancha si se parte de la continental ciudad de Santa Marta y algo menos desde Barranquilla, lugares desde donde llega el agua potable cada día.
Esa es una de las pocas conexiones que sus 2.600 habitantes mantienen con tierra firme, cuenta a Efe con algo de orgullo Freddy Manuel Garizábalo, de 53 años, nacido, como la mayoría de sus vecinos, en esta ciénaga.
«Ir a ‘mercar’ (hacer la compra) es la parte más fastidiosa, pero toca porque aquí somos todos puros pescadores, ¿ve? Si ya quiere arroz y otras cosas toca ir a Santa Marta si tiene lancha propia, y si no en la que le preste el vecino», explica.
Las embarcaciones son necesarias para salir de casa, pues no existe conexión entre ellas que permita andar a pie; los únicos puentes son los que unen una suerte de salón municipal con la iglesia amarilla y, detrás de ella, el que comunica la escuela con una casa al fondo.
Acostumbrados a esta vida tranquila en la que el género musical vallenato es la banda sonora, sus habitantes ven muy difícil adaptarse a tierra firme, y para ir lo menos posible a la costa han aplicado a sus casas la mayoría de servicios posibles.
Por ejemplo, pequeños establecimientos que venden algunos productos perecederos e incluso bolsas de agua para que ante algún imprevisto el líquido no falte.
También hay otra iglesia, ésta evangélica, para respetar la diversidad, un lugar para hacer fotocopias y adelantar trámites antes de ir a tierra firme, una centro de recreación con seis mesas de billar con las que se divierten los jóvenes e incluso una peluquería para que la coquetería no salga de la ciénaga.
La peluquería está en la casa de Idanis Castillo Mejía, que también lleva aquí toda su vida, si bien huyó durante algunos años por la violencia que alcanzó a Nueva Venecia.
«Era el 22 de noviembre de 2000, como a las dos de la madrugada. Me despertaron los tiros. Eran los paramilitares, que llegaron en ocho lanchas y masacraron al pueblo en la plaza. Me fui a Barranquilla, donde tengo una casa, pero tuve que volverme porque no sabía vivir allá, casi sin agua», recuerda.
Los paramilitares asesinaron frente a la iglesia a 37 personas, detalla a Efe la inspectora de Policía Mariana Escobar, que para contar lo que pasó sale con agilidad de la estación policial, la casa detrás del salón municipal.
«Eso fue muy duro, porque no pensábamos que llegarían hasta aquí. Durante años, después de eso, tuvimos problemas con las drogas, pero ya poco a poco hemos salido de eso», explica.
En la década de 2000, tras la matanza, la ciénaga se convirtió por presión de los grupos armados en una «caleta», como se conoce en Colombia a una suerte de depósito de la droga o armas que, por su ubicación, resultaba estratégica para la salida del estupefaciente a Centroamérica.
La población, en la destaca el altísimo número de niños, tantos que a simple vista parecen igualar y hasta superar a los adultos, convivió con el flagelo de las drogas durante años, hasta que poco a poco llegaron proyectos de desarrollo alternativos en los que las mujeres tienen un destacado protagonismo.
Entre ellos figuran iniciativas de piscicultura e incluso una estructura en la que, a las afueras de la miríada de casas, conviven gallinas y pollos para no tener que ir a tierra a por ellos.
Los habitantes de Nueva Venecia son amables y están satisfechos con su vida, a la que sin embargo mejorarían algunas cosas.
«El médico. Va y viene algunas veces, pero hay ocasiones en las que no es suficiente y además es un médico general», lamenta Castillo.
Ahora acaban de estrenar su primer centro recreativo para menores, una cancha flotante para fútbol y baloncesto cuya actividad no cesa.
En Nueva Venecia se encuentra casi de todo, menos muertos. Sin posibilidad de tener un cementerio, las personas que aquí fallecen son trasladadas al cercano municipio Sitio Nuevo, donde reciben sepultura. EFE