Ante la persistencia del movimiento magisterial en nuestro Estado, me han pedido que fije mi postura, en nombre de nuestra diócesis. Repito lo que claramente dije hace ya un mes:
“Comprendemos y respetamos sus luchas sindicales por sus justos derechos, es su derecho y su deber marchar por la defensa de lo que en justicia les corresponde, si en verdad la reforma educativa les perjudica, no dejen de manifestar su inconformidad, la resignación pasiva ante lo que en verdad fuese una injusticia, no es digna de ustedes.
Sin embargo, con todo respeto les seguimos pidiendo que sus manifestaciones sean pacíficas, que no permitan que se les introduzcan desestabilizadores profesionales, que eviten destrozos a los bienes de terceros y a edificios públicos que son de la comunidad, que no afecten los derechos de los niños a tener las clases que les corresponden, en la medida de lo posible, eviten bloqueos que convulsionan y dañan a Chiapas”.
Reitero: Si perjudica a maestras y maestros la llamada reforma educativa, que no es integral, sino sólo administrativa y laboral, apoyamos su lucha por que se revierta, si la Iglesia está comprometida con la justicia, mal haríamos en no solidarizarnos con quienes luchan por sus justos derechos, sin embargo, es muy importante estar bien informados del verdadero alcance de dicha reforma, la verdad y la justicia son cimientos básicos para la paz, la paz social no se logra si no hay respeto a la justicia y a la verdad.
Por ejemplo, si se dice que, al no presentarse los maestros a su evaluación, pierden su trabajo y sus derechos laborales, entiendo que la ley no dice eso, sino que dejan de dar clase ante un grupo, pero no pierden su trabajo; sólo los cambian a un puesto administrativo y no tienen oportunidad de ascenso en el escalafón.
Si se afirma que esta reforma lleva a la privatización de la educación, yo no advierto eso en la nueva ley, pues la Constitución ampara que debe ser gratuita, no son los padres quienes han de pagar a los maestros, ni los libros, ni la construcción o reparación de escuelas, sino que eso se cubre con los impuestos que pagamos todos los mexicanos, más bien, el dejar tanto tiempo sin clases a los niños es lo que está propiciando que más padres de familia opten por enviar a sus hijos a escuelas privadas, aunque les cuesten. Insisto, por ello, en que se deben conocer bien los alcances de esta reforma.
Apoyamos su petición de un diálogo con el gobierno federal, pues el asunto no es competencia de los gobiernos locales, busquen dialogar sobre todo con los legisladores, pues esta reforma, aunque fue iniciativa presidencial, fue aprobada por la mayoría de los legisladores federales y estatales, en esta instancia hay que trabajar más, porque una ley no la cambia el ejecutivo, sino el legislativo.
Ante los desmanes que se han cometido en Comitán y en Palenque, repito mi insistencia en que los maestros tengan cuidado con las personas que se les adhieren, dizque para apoyarlos, pero que, sin control, saquean y destruyen, deslíndense de ellos y no permitan que desvirtúen lo que es justo en la lucha magisterial, la violencia, venga de quien viniere, siempre es deplorable, no dudamos en condenar los excesos de la represión oficial, pero condenamos de igual modo los excesos de quienes lesionan derechos de terceros, los bloqueos carreteros nos afectan a todos.
Y hay que analizar seriamente cómo salvar el presente curso escolar, pues los niños son los primeros que tienen derechos, que no se pueden pisotear, se deben respetar también los derechos de los padres de familia, que son los primeros responsables de la educación de sus hijos, si ellos piden clases para sus hijos, no puede haber oídos sordos.
Reitero también mi invitación a orar, para que a los maestros “Dios les conceda salud y sabiduría para servir, que les purifique de intereses egoístas, que les sostenga en sus luchas justas, que les inspire respeto a los padres de familia y a la comunidad, que sean sembradores de paz, de justicia y de verdad. Cuenten con nuestra oración y nuestro respeto”.