CONSTRUIR LA PAZ
+ Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo de San Cristóbal de Las Casas.
VER
Son frecuentes los conflictos en nuestras comunidades, por problemas de tierras, por inconformidades postelectorales, por insatisfacción ante las autoridades, por hechos violentos entre personas, grupos, partidos y organizaciones. Queda uno que otro caso de intolerancia religiosa entre creyentes, aunque casi siempre se mezcla la religión con otro tipo de razones políticas, económicas y sociales. Ante esto, algunos querrían que los obispos interviniéramos más. Otros, al contrario, nos critican cuando damos una palabra pacificadora, pues dicen que no debemos meternos en política.
En dos municipios con mayoría de población indígena, Oxchuc y Chenalhó, dos mujeres originarias ganaron las elecciones del año pasado para ser presidentas municipales. Sin embargo, por diversas razones políticas, históricas y culturales, sus mismos pueblos las hicieron que presentaran su renuncia. Como esto fue bajo presión, ellas acudieron a instancias superiores y obtuvieron que se les reponga en su puesto. Con todo, no lo han podido hacer plenamente. He afirmado ante los medios que es muy difícil que sus comunidades les permitan ejercer su cargo en forma pacífica, porque hay historias y agravios que, desde fuera, no se comprenden.
He sugerido que se busquen alternativas políticas y administrativas, para evitar derramamiento de sangre y más violencia. Por motivos semejantes, fue asesinado el presidente municipal de San Juan Chamula, y acaba de renunciar el sustituto. Lo que me importa como obispo no es quién queda en un cargo, sino que haya paz social, que no se promuevan más enfrentamientos de graves consecuencias, que nuestros pueblos vivan con seguridad y progreso. Sin embargo, en dos noticieros nacionales se presentó en forma sesgada mi opinión, como si yo estuviera de acuerdo en que dichas mujeres no ocupen su cargo sólo por ser mujeres. Nada más falso. Son mujeres muy preparadas, con estudios y visión. Una de ellas ya fue presidenta municipal en otro periodo y cada día las mujeres van ocupando estos cargos de importancia. Lo que he afirmado es que, si regresan, puede haber más violencia, puede haber heridos y muertos, porque así lo han expresado sus paisanos. Esto es lo que queremos evitar. Como mujeres, tienen todo nuestro respeto y respaldo. No es cuestión de género, sino de intereses políticos y económicos. Desde su mesa de conductores de televisión, no tienen la visión de lo que pasa entre nosotros, y emiten juicios sin fundamento en la verdad. Pueden hasta calumniar.
PENSAR
Nuestra misión es ayudar a construir la paz, como dijo el Papa Francisco en el encuentro reciente de Asís, en una jornada de oración con líderes de muchas confesiones religiosas:
“Hemos implorado el don santo de la paz. Hemos orado para que las conciencias se movilicen y defiendan la sacralidad de la vida humana, promuevan la paz entre los pueblos y cuiden la creación, nuestra casa común. La oración y la colaboración concreta nos ayudan a no quedar encerrados en la lógica del conflicto y a rechazar las actitudes rebeldes de los que sólo saben protestar y enfadarse. La oración y la voluntad de colaborar nos comprometen a buscar una paz verdadera, no ilusoria: no la tranquilidad de quien esquiva las dificultades y mira hacia otro lado, cuando no se tocan sus intereses; no el cinismo de quien se lava las manos cuando los problemas no son suyos; no el enfoque virtual de quien juzga todo y a todos desde el teclado de un ordenador (una computadora), sin abrir los ojos a las necesidades de los hermanos, ni ensuciarse las manos para ayudar a quien tiene necesidad.
Nuestro camino es el de sumergirnos en las situaciones y poner en el primer lugar a los que sufren; el de afrontar los conflictos y sanarlos desde dentro; el de recorrer con coherencia el camino del bien, rechazando los atajos del mal; el de poner en marcha pacientemente procesos de paz, con la ayuda de Dios y con la buena voluntad.
Deseamos que los hombres y mujeres de religiones diferentes, allá donde se encuentren, se reúnan y susciten concordia, especialmente donde hay conflictos. Nuestro futuro es el de vivir juntos. Por eso, estamos llamados a liberarnos de las pesadas cargas de la desconfianza, de los fundamentalismos y del odio. Que los creyentes sean artesanos de paz, invocando a Dios y trabajando con los hombres. Y nosotros, como responsables religiosos, estamos llamados a ser sólidos puentes de diálogo, mediadores creativos de paz” (20-IX-2016).
ACTUAR
Oremos por la paz en nuestros pueblos, confiando en la fuerza eficaz de la oración. Y sostenidos por el Dios del amor y de la paz, contribuyamos todos, autoridades y ciudadanos, a construir la paz familiar y social. ¡De todos depende!