Cuernavaca, Morelos, México, 20 de julio.- “Hay una línea muy delgada entre lo correcto, lo justo y lo legal”. Así, con esta reflexión, respondió Héctor Castañeda, el nuevo delegado de la SCT en Morelos, a la petición de suspender temporalmente los trabajos de la ampliación de la autopista La Pera-Cuautla en tanto las autoridades no cumplan con su palabra –agendada ya en minuta y pospuesta dos veces- de realizar una mesa de trabajo pública dónde se analicen los efectos ambientales y la ilegalidad –las constructoras han trabajado sin los permisos comunales correspondientes desde hace años- de esta obra.
Esta mañana los Frentes Unidos en Defensa de Tepoztlán llegaron puntuales a la cita en la delegación Morelos de la SCT para realizar la primera de las dos mesas de trabajo agendadas (20 y 25 de julio), pero tuvo que pasar una hora para que el primer funcionario de la SCT saliera a recibirlos solo para avisarles que él no sabía nada sobre la cita. “No me dio copia”, soltó en voz baja el funcionario y comenzó a recibir y realizar llamadas en su celular. Minutos más tarde, en un salón de la Secretaría, el nuevo delegado –José Alarcón Ezeta perdió su puesto debido al socavón en el paso express de Cuernavaca- anuncia que no sabía de la mesa de trabajo pero que estaba interesado en tener un primer acercamiento con los Frentes en unos cuántos minutos. Al filo del medio día volvió acompañado por Ricardo Robledo -el subsecretario de gobierno de Morelos que antes ya ha frenado y recomendado a los Frentes qué hacer- y la cátedra sobre lo correcto, lo justo y lo legal inició.
Después de aclarar que la mesa de trabajo no se agendó porque estaban a la espera de la llegada del nuevo delegado –“¿qué íbamos a platicar con él que viene llegando?”- y de amenazar con retirarse si los Frentes pedían la salida del salón de la persona que coordinó el desalojo de su plantón a la entrada de Tepoztlán y que en pocas palabras realiza el trabajo político sucio–“Es parte de mi equipo (¡sic!) Si se retira Isela me retiro yo. Yo no censuro, no me censuren a mí. Pongámosle fecha y vámonos”-, después de eso y de cuarenta minutos más de diálogo o algo así, Robledo cerró con palabras que, bien miradas, son brillantes por su elocuencia, por todo lo claras –lo brutal y turbiamente claras- que son: