CORTESÍA MEDIOS INTERNACIONALES.
De esta segunda vuelta -retrasada durante mes y medio a causa de las denuncias de fraude de uno de los partidos de la oposición y que el Tribunal Supremo finalmente rechazó- saldrá el nuevo presidente que tomará las riendas de uno de los países más pobres del mundo y con un sistema de salud aún maltrecho tras la devastadora epidemia de ébola de 2014.
Pero en el legado de Sirleaf, al igual que en la compleja historia de este pequeño país de la costa oeste africana fundado por Estados Unidos como colonia para sus antiguos esclavos en el siglo XIX, no todo son sombras.
Entre sus mayores logros, coinciden la mayoría de analistas, está el haber restaurado la paz y mantenido la estabilidad tras más de una década de sangriento conflicto que dejó decenas de miles de muertos y desplazados.
Y la tarea no era fácil.
Image captionLiberia sufrió más de una década de sangrienta guerra civil.
Sirleaf asumió el poder solo tres años después del fin del segundo período de la guerra civil de Liberia (1989-1996 y 1999-2003), marcado por el exilio del sanguinario presidente Charles Taylor, condenado después a 50 años de cárcel por crímenes contra la humanidad en Sierra Leona.
Sirleaf se encontró con un país volátil y en condiciones de extrema fragilidad, por lo que su contribución a la estabilidad nacional es considerada su principal legado al país.
«Es importante su impresionante diplomacia internacional que restauró con éxito la imagen y la dignidad de Liberia entre el resto de países», le dijo a BBC Mundo el investigador y analista liberiano Ibrahim Al-bakri Nyei.
«A través de su liderazgo, y gracias también a otras fuerzas políticas que decidieron acatar el acuerdo de paz y apoyaron el proceso, Liberia pasó de ser un paria a ser un miembro funcional y activo de la comunidad internacional».

Poco progreso para las mujeres
Uno de los principales cuestionamientos a la presidenta saliente son los pocos avances logrados -pese a sus esfuerzos- en materia de derechos de la mujer y, especialmente, en lograr una mayor actividad de ellas en la vida política.
O, al menos, son vistos como bastante inferiores a los que se esperaban de la primera presidenta elegida en el continente africano y que llegó al poder precisamente aupada por los movimientos y manifestaciones de mujeres que presionaron para promover el fin de la guerra.
Incluso cuando le concedieron el premio Nobel de la Paz en 2011, el jurado destacó de ella su papel por reforzar el rol de las mujeres en la vida social del país y su lucha sin violencia por la seguridad de las féminas.
El balance de su mandato, sin embargo, no respalda la opinión de quienes la llegaron a calificar como un icono feminista internacional.

Sirleaf no aumentó la representación de mujeres en la política como prometió en campaña, y en su propio gabinete son una simbólica minoría. Otro ejemplo es que de la veintena de candidatos presentados a la primera vuelta de las elecciones de este año, tan solo uno era mujer.
«No realizó acciones radicales para el empoderamiento de las mujeres como se esperaba. No hizo demasiado para promover su participación en cargos electos, e incluso hizo campaña contra algunas candidatas», afirmó el analista Al-bakri Nyei.
«En resumen, no es cuestión de las mujeres, se trata de su interés político más inmediato».
Sin identificarse con el feminismo
Sirleaf tampoco logró prohibir la mutilación genital femenina como en otros países de la región.

Sí implementó una de las leyes más completas de África en calificar como delitos todo tipo de violaciones. Sin embargo, ello no consiguió frenar el alto numero de agresiones sexualessufridas por jóvenes e incluso niñas.
Sirleaf «no ha hecho mucho por los derechos de las mujeres. Si bien rompió el techo de cristal, sus políticas no han cambiado problemáticas fundamentales de género», dijo a El País la activista liberiana Leymah Gbowee.
Gbowee, también ganadora del Nobel de la Paz en 2011, reconoció que «había muchas expectativas, pero la presidenta Sirleaf no ha sido feminista».