Por Bibiano Luna
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Hoy diez de Abril del veintiuno, poquito después de despertarme escribí un mensaje a mi amigo, vecino y paciente, Libino Solis Robles.
Con el teléfono en la mano veía la pantalla para revisar si tenía respuesta. Pero no.
Cuatro minutos después escuché el clásico sonido del mensaje, revisé y no era él, era mi amigo Toño quien me notificaba lo siguiente:
«Con profunda tristeza nos enteramos del fallecimiento de nuestro entrañable Amigo y vecino el Profr Livino Solis Robles un Mercedario ilustre que recordaremos con mucho cariño por siempre QEPD y Nuestra Santísima Virgen de Mercedes lo acompañe en el viaje eterno, Dios con el y su Familia»
La tristeza me invadió, revisé en los mensajes personales y en el del grupo LOS COLETOS para ver la fecha de sus últimos envíos. En ambos fue el dia tres de Abril.
Nos comunicabamos vía telefónica con cierta frecuencia , le llamaba para saludarlo y preguntarle cómo estaba de salud.
En el consultorio me decía: » quiero una mi consulta de media hora de trabajo y dos horas de plática» y generalmente así era.
Ocurrente, bromista, lleno de vivencias, historias , recordábamos pasajes de la niñez, anécdotas de personajes del barrio.
Le encantaba viajar, conoció muchísimos lugares de la República y cantaba que hacía, a donde iba, que comía, etc.
Tema aparte, en una ocasión, fue la narración de su viaje a China, platicado de principio a fin. Toda una aventura pues no hablaba inglés y menos chino mandarín.
Era intrépido pues en sus mejores épocas preguntaba en su casa; » alguien quiere ir a Veracruz? » O al lugar que fuera. Si le decían que si, acarreaba con todos y hasta gente de más en su gran camioneta Chevrolet color café que era del tamaño de un transporte colectivo.
Le preguntaba yo: y si te dicen que no quieren ir. » Agarro mi camioneta y me voy solo» me decía. Viajaba co más frecuencia a Los Mochis, Sinaloaa para visitar a su hermano y a Oaxaca, la tierra de su querida esposa, la Profesora Elvira.
Era larga la lista de sus viajes.
La diabetes, enfermedad crónica, que padeció por muchos años, nunca fue una limitación para lograr sus propósitos.
Libino tenía liderazgo y poder de convocatoria, seguro estoy que para los habitantes de este barrio quedará en la memoria histórica.
Dos cosas le apasionaban: su Fe y Amor por la Santísima Virgen de la Merced y su grupo de Esclavos Mercedarios.
Las festividades septembrinas se planeaban con anticipación haciendo juntas o reuniones. Comenzaban con muchos cohetes, banda y proseciones. Frente a su domicilio se ponía una carpa con un altar donde se colocaba la imagen de «La Gordita» como preparativo para el desfile del 22 de Septiembre, donde precisamente el grupo de Esclavos era el primero en aparecer. Niños, mujeres y hombres caminaban en doble fila y la Virgen en medio cargada en andas bajo un techo de tela decorado.
Don Panchito con brasero en mano quemaba el incienso.
El contingente se detenía exactamente frente al Templo de la Merced con las campanas a todo vuelo y gran cohetería.
El sacerdote ya los esperaba a mitad de la calle para hacer unas oraciones y con el isopo poner agua bendita a todos.
Opinaba, discutía, exigía, alegaba, era
muy ocurrente, mediaba y era escuchado por sus seguidores.
Para otros polémico, cae mal, intransigente pero al final Don Libino era Don Libino.
Siempre con su Elvira y su Laurita que eran todo para él, nació su nieto, creció y fue su su máxima compañía y lo presumía como el niño más inteligente, «igual que el abuelo»
Tendría mucho más que platicar de Libino, pero creo que el simple hecho de estarlo recordando al escribir estas líneas hago un homenaje a su persona.
Jubilado de su profesión como Maestro puedo decir que fue un hombre afortunado que supo vivir y disfrutar de la vida. La enfermedad la pasaba a segundo plano, tenía muy claro que la vida sólo se vive una vez.
Reciban, Maestra Elvira, Laurita, Hermano y Nieto mis respetuosas condolencias. QEPD.
Para quienes te quisimos en vida,