Todo en la vida, por riguroso turno.
Si antes, madre, tú y yo fuimos felices,
ahora el tiempo nos deja cicatrices
a la entrada del devenir nocturno.
Quiero que lleves a la vera del camino
que en el viaje espiritual has emprendido,
el amor de tu hijo entristecido
que ha de seguir las huellas de tu sino.
No me arredra el saber que ya te has ido
porque sé que te esperan celestiales
expresiones de coros musicales,
y tu vida en el tiempo se ha extendido.
No te asusta ya el mundo ni te aflige
la condición terrena y su bullicio;
no te ocupan sus virtudes ni sus vicios
porque tu alta dimensión así lo exige.
Antes de que tus días terminares
llegóte, mi señora, la señal;
ocupa ya tu estrado espiritual;
aquí en la tierra terminaron tus pesares.
Alberto Javier Aguilar Navarro.
10 de mayo de 2014.