El problema de exigir libertad de expresión es que muy pocos, o casi nadie, asume que el ejercer ese derecho conlleva un proporcional manejo de tolerancia hacia quienes hacen uso de ese mismo acto, aunque no piensen como uno. Solemos escandalizarnos cuando “alguien nos calla”, pero no escatimamos adjetivos cuando se trata de silenciar la opinión del otro.
En estos días en que el caso de Carmen Aristegui sigue latente, las opiniones en esa tierra de nadie que son las redes sociales se han polarizado a tal grado que la diferencia de criterios y argumentos ha desembocado en una campaña de odio hacia quien se atreva a dar su punto de vista sobre la periodista… y no la apoye.
El caso más emblemático es el del también periodista Ezra Shabot, que para empezar ya lleva la penitencia de ser el titular de la tercera emisión en radio de MVS Noticias. En sí, a los colaboradores de esa empresa son a los que les ha tocado bailar con la más fea, pues reciben el trato de esquiroles (por decir lo menos) de parte de la fanaticada de Aristegui y la cosa se pone peor si alguno de ellos se atreve a decir su opinión.
Por esa han pasado personas como Jairo Calixto Albarrán, José Luis Guzmán ‘Miyagi’ e incluso Susana Moscatel (de espectáculos) que lleva meses sin trabajar en esa empresa. Estos personajes incluso capotean la mala leche con un peculiar tono de sarcasmo, aunque hay que reconocer que el grado de linchamiento al que los han sometido y ellos aguantado equivale a tener a Cuauhtémoc con los pies al fuego mientras éste sigue riendo.
Sin embargo, Ezra Shabot no corrió con la misma suerte, pues una vez hubo fijado su postura sobre por qué no consideraba poner su renuncia para unirse al lucha, lucha lucha, no dejes de luchar , fue objeto de una andanada de improperios que del 1 al 10 califican en el 11 de lo peor de la degradación humana.
De pronto ocurrió el fenómeno de Guerra Mundial Z, donde miles de zombies dejan de usar su cerebro y solo responden por impulsos eléctricos para teclear estupideces, basando todo su ‘argumento’ (da pena degradar esa palabra) en el origen étnico judío del colaborador de MVS.