Lamento profundamente y con mucha preocupación los hechos violentos del viernes pasado, entre manifestantes de la CNTE y las policías federales y estatales, con saldo de varias personas detenidas, vehículos quemados, destrucciones diversas y alteración de la convivencia social.
Ese día, yo tuve que madrugar para poder llegar a la parroquia de Nuevo San Juan Chamula, Pacayal, a cuatro horas de San Cristóbal, para pasar antes de que se instalaran los bloqueos que se habían anunciado. Muchas otras personas sufrieron serios inconvenientes por estos bloqueos, que siempre complican la vida de quienes nada tenemos que ver directamente en la solución de los problemas.
La violencia, venga de donde viniera, siempre es deplorable. El abuso de la fuerza pública sobre inocentes, es condenable. El ingreso al Hospital de las Culturas y la llegada de gas lacrimógeno a ese lugar, es totalmente reprobable. Los enfermos y sus familiares son dignos de todo respeto y nada debe perjudicar la salud de los enfermos.
Los maestros tienen derecho a manifestar sus inconformidades y a luchar por lo que consideran sus justos derechos, pero deberían idear otros métodos de lucha que no dañen los derechos de quienes nada pueden hacer para resolver sus peticiones. Si deciden bloquear carreteras, que sería como último recurso, que lo hagan de forma intermitente, para que puedan pasar tantas personas que tienen compromisos ineludibles, y que no cobren el paso. La palabra de Dios es muy clara: No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti.
A las autoridades federales y estatales, nuestra petición y nuestra exigencia es que, si es verdad que tienen obligación de hacer valer el libre tránsito, lo hagan sin abusar de la fuerza, pues la represión desmedida provoca una cadena de nuevos enfrentamientos, muy difíciles de controlar.
Exhortamos siempre a un diálogo respetuoso, paciente y permanente, para encontrar juntos lo que sea más justo para todos. ¡Que no prevalezcan intereses espurios, sino el bien social!
A Chiapas, la violencia le perjudica en todos los sentidos, incluido el económico, pero sobre todo en el empeño de vivir en paz y en respeto.
¡Que Dios nos ilumine, para ser constructores de paz, en la v