En las elecciones del año pasado para elegir presidentes municipales, ganaron ese puesto dos mujeres indígenas, una en Oxchuc, que ya había sido presidenta municipal en otro periodo, al igual que su esposo, y otra en Chenalhó, donde por primera vez una mujer obtenía ese triunfo. Ambas mujeres son muy preparadas, con estudios y con relaciones políticas que han logrado. Sin embargo, por diversas presiones y por diferentes motivos, no pudieron mantenerse en el cargo y fueron presionadas a renunciar temporalmente. Acudieron a los tribunales federales y se ha ordenado que sean reinstaladas en sus puestos. Con todo, no ha sido posible que esto se ejecute con normalidad y con el consenso mayoritario de las poblaciones de esos municipios. Hay peligro de que, si llegan al edificio de la alcaldía, haya revueltas de nuevo.
Ante esta situación, no puedo permanecer al margen, pues aunque es un asunto meramente político y legal, afecta la estabilidad de estos pueblos, pone en riesgo la paz social y peligra la seguridad de muchas vidas. Por ello, expreso lo siguiente:
- Aunque sus elecciones fueron legales nominalmente, nadie desconoce que hubo mucho manejo de dinero, muchas dádivas para atraer al electorado, muchos compromisos no fáciles de cumplir, y cierta ruptura con los usos y costumbres de estas comunidades. Por ello, las inconformidades no se hicieron esperar, lamentablemente no en forma pacífica, sino violenta.
- Es muy difícil que estos pueblos permitan a estas dos damas tomar posesión de su cargo y presidir los respectivos Ayuntamientos en su propia sede. Es aquí donde debe prevalecer el amor de ellas por su pueblo, la búsqueda suprema de la paz entre sus comunidades, su propia seguridad y tranquilidad, el progreso armónico de sus municipios. No debería prevalecer la ambición de poder y de dinero, mucho menos la prepotencia y la alianza con fuerzas oscuras desestabilizadoras. Como mujeres, son dignas de todo respeto y no han de ser discriminadas.
- Muchas veces hemos defendido los sistemas indígenas para elegir a sus propias autoridades, que no se basan en propagandas que alguien hace de sí mismo, ni en dádivas o en compra de votos, sino en la confianza que un pueblo tiene a alguien que ha demostrado su capacidad y su servicio por años. Sin embargo, el sistema de partidos ha contaminado a los pueblos indígenas y los ha dividido. La elección ya no es por consenso mayoritario, sino por el conteo y la manipulación de los votos. Nuestros diputados locales deberían elaborar leyes que permitan elecciones por usos y costumbres, como lo hacen desde hace años la mayoría de los municipios del Estado de Oaxaca. Nunca faltan los pecados también en este sistema, pero está menos corrompido y habría que rescatar esta forma de hacer política electoral.
- Exhorto respetuosamente a las autoridades estatales a seguir buscando caminos para que este asunto se resuelva en forma pacífica, en mucho diálogo con ambas mujeres y con quienes ejercen los cargos que, según la ley, a ellas corresponden. Los acuerdos son el puente y el camino de la paz. Que triunfen no sólo la ley, sino la paz, la verdad, la justicia y la unidad.